Un grito sencillo —“Luquitas, Luquitas”— detuvo el paso del 10 de la U en Lima. Lucas Assadi se giró, caminó hacia la voz y le devolvió al niño lo que el fútbol suele dar en dosis escasas: unos segundos de atención y una sonrisa. La escena, captada por las cámaras de La Magia Azul mientras el plantel de Universidad de Chile se movía rumbo al entrenamiento, duró poco, pero dijo mucho. El chico balbuceó admiración, el jugador respondió con cercanía, y alrededor el resto del equipo siguió su marcha hacia una de las semanas más intensas del semestre.
No fue un gesto preparado ni una activación de marketing. Fue ese lado humano que asoma cuando la presión compite con el barrio. El plantel estaba en Perú por el cruce de cuartos de final de Copa Sudamericana ante Alianza Lima, con agenda apretada y concentración alta. Aun así, Assadi encontró el momento. El detalle puede parecer menor, pero para un niño que espera a su ídolo tras una valla, una palmada o un saludo vale más que cualquier foto perfecta.
Un gesto que vale más que un gol
La U viajó con ese ambiente que dejan las semanas coperas: logística milimétrica, tiempos controlados, y un ojo en cada entrenamiento. En ese contexto, la figura del 10 se agranda. No solo por lo que sucede dentro del campo, también por lo que pasa fuera. El vínculo con la hinchada, sobre todo la más joven, construye identidad. Cuando un jugador se toma el tiempo de saludar, el club crece un poco más en cada familia, en cada patio de colegio, en cada recreo donde se imitan gambetas.
El video circuló rápido entre hinchas y medios partidarios. Nada de estridencias: un saludo, un par de palabras y la cara de un niño que, por un instante, sintió cerca al futbolista que ve por televisión. Esa cercanía no se fabrica; se nota cuando es natural. Y en Assadi, que se formó en el CDA y conoce la cultura del “Romántico Viajero” desde cadetes, esa naturalidad aparece sin necesidad de discursos rimbombantes.
Este tipo de escenas también pone el foco en la importancia de los referentes jóvenes. Para los chicos, un 10 que juega, asiste y encara, pero que a la vez baja el ritmo para saludar, marca una línea clara: competir fuerte no está reñido con la empatía. Y ese ejemplo llega igual de lejos que una asistencia filtrada.
El contexto deportivo y el peso del 10
En lo futbolístico, Assadi vive un momento de madurez. Bajo la pizarra de Gustavo Álvarez, ganó espacio y responsabilidad. No es casual: el técnico le dio confianza entre líneas, le pidió atrevimiento con criterio y le abrió zonas para que reciba con ventaja. El resultado se ve en la circulación de la U, en la fluidez del último pase y en la sensación de que cada control suyo puede desequilibrar.
Ser titular en este tramo de la temporada, y hacerlo en una llave internacional, no es un detalle. El equipo necesita pausa en campo rival, cambio de ritmo y decisiones rápidas; ahí la lectura de Assadi pesa. Juega entre centrales y mediocentros, arrastra marcas, y cuando toca, despeja caminos para los que llegan de frente. La U, cuando respira con la pelota, suele hacerlo a su compás.
Alrededor del 10, hay un plantel que mezcló experiencia con energía juvenil. El viaje a Lima lo confirma: mucho foco, poco ruido. El cuerpo técnico cuidó cargas, planificó sesiones cortas y definió prioridades. En ese marco, los detalles emocionales también cuentan. Saludar a un niño no gana partidos, pero sí genera un clima. Y los vestuarios notan esas pequeñas señales de liderazgo silencioso.
Los clubes lo saben: la relación con la gente se construye todos los días, no solo cuando la pelota entra. Acciones como esta dejan huella en varios frentes:
- Refuerzan la identidad del equipo entre los más jóvenes.
- Conectan el trabajo formativo del CDA con la tribuna.
- Humanizan al futbolista en semanas de máxima exposición.
- Instalan ejemplos simples que se replican en el barrio y la escuela.
También hay un dato que suele pasar desapercibido: la U arrastra hinchada fuera de Chile. En ciudades como Lima, siempre aparece un grupo de camisetas azules esperando a su equipo. Ese encuentro, breve y espontáneo, sirve de puente entre el club y los que lo siguen desde lejos. Y para el jugador, recordar que la camiseta acompaña más allá de las fronteras ayuda a sostener el foco cuando el calendario aprieta.
Mientras el cruce con Alianza Lima exigía concentración máxima, el 10 respondió dentro y fuera. El fútbol se define por goles y resultados, sí, pero también por escenas pequeñas que alimentan lo que viene. En la semana de una llave copera, ese saludo en el pasillo del hotel o a la salida del entrenamiento dice algo del momento del equipo y de la madurez del jugador que lo protagoniza.
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