
El otro Camiroaga: confidente y anhelos personales
Hablar de Felipe Camiroaga es recordar a uno de los rostros más queridos de la televisión chilena. Pero fuera de cámaras, lejos de los sets y la fama, había detalles que muy pocos conocían. Así lo hizo evidente Gonzalo Ramírez en el homenaje celebrado en el Teatro Caupolicán, donde contó sin filtros un episodio privado que deja claro cuán profunda era la humanidad del “Halcón”.
Llevando a los presentes a un asado cualquiera, de esos que no tienen ninguna pretensión más que pasar un buen rato, Ramírez relató cómo Felipe, entre risas y conversación distendida, le soltó una confesión inesperada: nunca había tenido hijos y, en silencio, soñaba con formar una familia. No fueron palabras elegidas para el espectáculo o el drama, sino una verdad desnuda compartida entre amigos mientras el fuego de la parrilla crepitaba.
Este anhelo de Camiroaga, lejos de lo que muchos podían imaginar al ver su imagen pública de hombre libre y carismático, revela la otra cara de su historia. No fue una inquietud pasajera ni un simple comentario nostálgico, sino un deseo profundo, casi oculto, que emerge en la intimidad. Ramírez dejó claro que ese lado paternal de Felipe lo llevó incluso a jugar un papel inesperado en su propia familia.
Un mentor silencioso y la huella en la familia Ramírez
Más allá del simple vínculo de amistad, Felipe había tejido una relación especial con la hija de Gonzalo Ramírez. Según contó el periodista al público, Camiroaga mantenía una conexión tan cercana con la niña que, en cierto modo, ocupaba un rol parecido al de un mentor o guía afectuoso, entregándole consejos y haciéndole compañía. Ramírez no dudó en describir cómo, pese a no ser padre biológico, Felipe tenía la capacidad de orientar y “llevar por el buen camino” a quienes estaban a su alrededor.
El testimonio caló hondo entre quienes recordaban a Camiroaga solo por su presencia en televisión. El episodio compartido por Ramírez suma un matiz más complejo y sensible, mostrando cómo a veces los sueños no cumplidos no se traducen en amargura o distancia, sino en gestos sencillos y duraderos para quienes le rodeaban. Tal vez eso explique por qué, a más de una década de su partida, su recuerdo sigue tan vigente y provoca emociones auténticas cuando se conoce un nuevo detalle de su vida privada.
El homenaje en el Caupolicán, más allá de los aplausos y las ovaciones, sirvió para desnudar ese costado silencioso de Camiroaga. El que soñaba con ser padre y que, aunque no tuvo hijos propios, encontró formas de ejercer esa vocación en los espacios y momentos más cotidianos. Un retrato íntimo del hombre detrás del personaje, contado por quien supo mirarlo sin cámaras de por medio.