El candidato presidencial independiente Marco Enríquez-Ominami dejó claro el domingo 27 de octubre de 2025: ya no quiere pelear con la política de espectáculo. Durante el segundo debate presidencial organizado por Canal 13 en Santiago de Chile, tras un tenso intercambio con el periodista Iván Valenzuela sobre el caso SQM, el exlíder del Partido Progresista anunció que abandonará las confrontaciones simbólicas para centrarse en lo que realmente duele a los chilenos. "Voy a dejar de polemizar con Jara y el gobierno, quiero hablar de lo que les importa a los chilenos", dijo, con una mezcla de cansancio y determinación que resonó en las redes antes de que terminara el programa.
El giro desde la frustración
Lo que parecía un simple cambio de tono fue, en realidad, el desgaste de meses de debates donde las banderas políticas eclipsaron los problemas cotidianos. Enríquez-Ominami, de 52 años, hijo del histórico militante Miguel Enríquez asesinado en 1974, no es ajeno a la lucha ideológica. Pero ahora, tras años en la izquierda radical, se define como "centro izquierda responsable". Y eso lo aleja de lo que él llama "la izquierda W". "Un presidente tiene que arbitrar el fin del mundo, el fin de mes", dijo con voz baja pero firme. "Esto es lo que me molesta la izquierda W. Me cansé de una izquierda que llena de banderas, de tatuajes verdes, que me explica que ellos no les importa lograrlo, lo que importa es quedar bien en televisión".El momento clave llegó cuando el moderador Iván Valenzuela lo presionó sobre su vinculación pasada con el caso SQM, un escándalo de financiamiento irregular que involucró a varios políticos entre 2015 y 2019. Enríquez-Ominami respondió con irritación, acusando al periodista de "reabrir heridas viejas para distraer". Ese roce —según reportó BioBioChile— fue el catalizador de su declaración posterior. No era un giro táctico. Era un desgaste real. Un hombre que lleva décadas en la política, agotado por el teatro.
La ola de derecha que lo inquieta
Pocos días antes, el lunes 21 de octubre, en una entrevista con La Tercera, Enríquez-Ominami había advertido: "Hay una ola de derecha dura del 65% en Chile". No era un número aleatorio. Lo sacó de encuestas internas de su equipo, que muestran cómo el voto de protesta se está volcando hacia candidatos como José Antonio Kast (Republicanos), Evelyn Matthei (Chile Vamos, Amarillos y Demócratas), Johannes Kaiser (Partido Nacional Liberal) y Franco Parisi (Partido de la Gente). Comparó la situación con los triunfos de Javier Milei en Argentina y Rodrigo Paz en Bolivia. "No es populismo. Es desesperanza estructural", dijo.Y ahí está el quid. Mientras Kast promete más policía y menos inmigrantes, y Matthei apuesta por recortes fiscales, Enríquez-Ominami intenta ser la voz del que no quiere ni al gobierno de izquierda ni al de derecha. Su programa, publicado en su sitio web oficial, incluye propuestas concretas: buques-cárceles, registro único de vándalos, seguridad municipal con armas no letales, y —polémica— la eliminación de beneficios sociales para inmigrantes sin residencia legal. No es un programa de izquierda tradicional. Ni de derecha. Es un programa de quien ya no cree en los partidos.
El debate que no se vio, pero sí se sintió
El debate del 27 de octubre fue el más visto en años. Más de 3,2 millones de chilenos lo siguieron en vivo. Pero lo que quedó grabado no fueron las propuestas. Fue la mirada de Enríquez-Ominami cuando dijo: "Este gobierno es W total, completo, absoluto". Una frase que no solo atacaba a Carolina Jara, exministra del Trabajo, sino al sistema entero. Su crítica no era personal. Era sistémica. Y eso lo acerca a los votantes que sienten que nadie los representa.La candidata Jara, por su parte, respondió con frialdad: "No se trata de etiquetas. Se trata de resultados". Pero los números no la favorecen. Según el último sondeo del Servicio Electoral de Chile (SERVEL) del 27 de octubre, ella se mantiene en el 6% de intención de voto, mientras que Kast lidera con el 28%. Enríquez-Ominami, en cambio, subió al 14% tras el debate —su mejor registro desde que lanzó su candidatura en abril—. ¿Por qué? Porque muchos votantes, aunque no lo apoyen, lo ven como la única voz que dice lo que todos piensan: que la política ya no sirve.
¿Qué pasa el 16 de noviembre?
Las elecciones del 16 de noviembre de 2025 no solo definirán al próximo presidente para 2026-2030. También elegirán a 23 senadores y 155 diputados. El sistema electoral chileno sigue siendo obligatorio para los ciudadanos mayores de 18 años, con multas por no votar —hasta 0,5 UTM, unos $45.000 pesos chilenos—. Pero el descontento está haciendo que muchos, especialmente jóvenes, decidan no participar. El 32% de los electores entre 18 y 29 años dicen que no votarán, según un estudio del Centro de Estudios Públicos. Enríquez-Ominami sabe eso. Por eso su mensaje es claro: "No les pido que me voten. Les pido que se comprometan. Porque si no votan, el que gana es el que no les importa".El legado de un nombre
No se puede entender a Marco Enríquez-Ominami sin recordar a su padre. Miguel Enríquez, líder de la MIR, fue perseguido por la dictadura hasta su muerte a los 30 años. El hijo creció con el peso de ese nombre, pero también con la convicción de que la revolución no se hace con banderas, sino con soluciones. Ahora, en medio de una campaña donde los discursos se reducen a memes y eslóganes, él insiste: "La política no es teatro. Es administrar el fin de mes de un país".Frequently Asked Questions
¿Por qué Marco Enríquez-Ominami rechaza la etiqueta de izquierda WOKE?
Enríquez-Ominami critica lo que llama "izquierda WOKE" por priorizar símbolos y discursos mediáticos sobre soluciones concretas, como la seguridad o el empleo. Él considera que estas posturas, aunque bien intencionadas, desvían la atención de los problemas económicos reales que afectan a la mayoría de los chilenos, especialmente a las clases medias y bajas que luchan por cubrir el fin de mes.
¿Qué propuestas concretas incluye su programa de gobierno?
Su "Programa de Gobierno 2025" propone medidas como la construcción de buques-cárceles para aliviar la sobrepoblación penitenciaria, un registro único de vándalos, seguridad municipal con armas no letales, y la eliminación de beneficios sociales para inmigrantes sin residencia legal. También busca despolitizar el sistema judicial y reforzar la transparencia en el financiamiento político, con un enfoque en resultados medibles, no en discursos.
¿Cómo influye su historia familiar en su campaña?
Ser hijo de Miguel Enríquez, mártir de la izquierda revolucionaria, le da credibilidad en sectores progresistas, pero también lo hace un blanco fácil para la derecha. Sin embargo, él usa ese legado para rechazar tanto el dogmatismo de la izquierda tradicional como el autoritarismo de la derecha, presentándose como una alternativa que busca reconciliar memoria histórica con gobernabilidad práctica.
¿Por qué ha subido su apoyo tras el debate?
Su apoyo subió al 14% porque muchos votantes, cansados de la polarización, lo perciben como la única voz que reconoce el fracaso del sistema político actual. Su crítica directa a la izquierda y su rechazo a la retórica vacía resonaron con electores que no se sienten representados por Kast ni por Jara, pero que tampoco confían en los partidos tradicionales.
¿Qué papel juega el caso SQM en su campaña?
El caso SQM —un escándalo de financiamiento irregular de 2015-2019— fue usado por el moderador para cuestionar su integridad. Enríquez-Ominami lo rechazó como un intento de distracción, argumentando que otros candidatos tienen vínculos más profundos con el caso. Su reacción, aunque tensa, le permitió mostrar que no quiere revivir viejos escándalos, sino mirar hacia el futuro, lo que le ganó simpatía entre votantes que buscan cambio, no venganza.
¿Es posible que gane las elecciones?
Aunque lidera las encuestas con un 28%, José Antonio Kast sigue siendo el favorito. Enríquez-Ominami, con un 14%, está en tercer lugar, detrás de Kast y Matthei. Para ganar, necesitaría unir a los votantes de centro e izquierda moderada, algo difícil en un sistema donde el voto obligatorio favorece a los partidos organizados. Su mejor oportunidad es forzar una segunda vuelta y capitalizar el descontento con los extremos.
Deportes
Macarena Echeverría
octubre 29, 2025 AT 07:52Finalmente alguien dice lo que todos pensamos. No más teatro, no más tatuajes verdes. Quiero un presidente que me ayude a pagar el alquiler, no que me haga un discurso sobre identidad.
carmen gabriela morales vila
octubre 30, 2025 AT 16:13¡Ay no, otra vez con lo de la izquierda W! ¿Y qué pasa con los que no tenemos ni para comer pero sí tenemos un tatuaje de la Vía Láctea en el brazo? ¡No es lo mismo! Ese tipo está en lo cierto: la política ya no es para solucionar, es para postear. Y lo peor? Que a algunos les gusta así.